La historia reciente de la humanidad, desde finales del siglo XIX, ha estado marcada por la hegemonía del capital financiero, una realidad que moldea la organización de la sociedad global. Este análisis se presenta como una aproximación a dicha coyuntura, buscando contribuir a la reflexión colectiva sobre el destino de nuestra especie. Un selecto grupo de élites, conscientes de la estructura que han proyectado y del rumbo que pretenden imponer, controlan este sistema. Mientras tanto, la mayoría de la humanidad se somete a él de forma inconsciente.
La estructura central de este orden es el sistema económico mundial, intrínsecamente dependiente del capital financiero. Es virtualmente imposible emprender cualquier actividad sin su financiamiento. Si los propietarios de los principales bancos no otorgan el capital —un capital que ellos mismos crean a su discreción—, la producción de bienes y servicios esenciales se paraliza. Pese a que los aproximadamente ocho mil millones de seres humanos que hoy existen poseen los recursos naturales y la capacidad para transformarlos, la lógica de subsistencia sigue atada a esta dependencia. Esta inercia persistirá mientras la sociedad se conforme con esta realidad o hasta que la especie se extinga.
El presente análisis sostiene que es imperativo trascender la lógica del capital financiero y reconstruir a la sociedad humana, recuperando su esencia de seres pensantes y solidarios, donde la hermandad sea el principio fundamental. Se propone una sociedad que, al comprenderse como parte de la naturaleza, se organice conscientemente bajo la lógica de la complementariedad, sin fronteras. En un futuro así, la planificación del intercambio de recursos naturales, conocimiento, tecnología y producción se haría de forma colectiva, liberando al deporte, la cultura, la educación y la salud de la servidumbre del capital financiero.
Síntesis de la coyuntura actual
Al referirse a la coyuntura, se alude a una etapa específica dentro de un período histórico más amplio, caracterizada por una contradicción principal particular, aunque siempre enmarcada en la contradicción fundamental del período. En este caso, la coyuntura actual forma parte del período histórico del capitalismo. Su contradicción principal es la crisis del antiguo sistema económico mundial y la transición hacia uno nuevo. Su contradicción fundamental, sin embargo, es la imperiosa necesidad de superar cualquier sistema económico —ya sea viejo o nuevo— para establecer un modelo global de complementariedad, solidaridad y fraternidad, desvinculado del capital financiero.
Se considera que la coyuntura actual se gestó a partir de la década de 1970, con el inicio de la crisis del viejo sistema. Tres eventos emblemáticos de esa década lo expresan:
- La victoria de Vietnam sobre el capital financiero, manifestada a través de la lucha armada.
- Las nacionalizaciones petroleras por parte de los principales países productores.
- El desacoplamiento del dólar del patrón oro y su definición como moneda fiduciaria.
Desde entonces, los arquitectos del capital financiero diseñaron un plan de transición con fecha de culminación en 2050, cuyo objetivo es construir un nuevo sistema económico, virtual y automatizado. Este nuevo paradigma persigue dos metas intrínsecas: la transformación de la matriz energética global (sustitución de los hidrocarburos) y la completa automatización de los procesos, reduciendo la necesidad de mano de obra a gran escala.
El viejo sistema económico mundial
Para una comprensión más profunda de la coyuntura, es imprescindible examinar el funcionamiento del viejo sistema económico. Este opera bajo un esquema de dominación: los banqueros, dueños del capital financiero, emplean a la fuerza de trabajo para apropiarse de las fuentes de energía y su transformación en tecnología, bienes y servicios a escala planetaria, decidiendo de forma unilateral su distribución.
El sistema se articula a través de varios órganos interconectados: Bancos Comerciales y de Inversión, Bancos Centrales, Bolsas de Valores, Empresas Transnacionales y “Gobiernos Nacionales.” El núcleo pensante de este esquema son los Bancos Comerciales y de Inversión, sin cuya inversión la producción se paraliza. El mecanismo operativo implica que estos bancos solicitan a los Bancos Centrales la creación de dinero, el cual se transfiere y se invierte en la economía real, controlando la propiedad de las empresas y las materias primas.
Además, los Bancos Comerciales y de Inversión prestan dinero a los “Gobiernos Nacionales,” endeudando a las naciones con una deuda insostenible que obliga a un refinanciamiento constante.
El diseño del viejo sistema económico se sostiene sobre tres pilares interconectados: centros financieros, monedas de referencia (dólar, euro, libra esterlina) y Bolsas de Valores (Nueva York, Fráncfort, Londres). Este sistema se mantiene gracias al control y la imposición de los hidrocarburos como la principal fuente de energía.
La transición al nuevo sistema económico mundial
La transición, planificada entre 1970 y 2050, se ha desarrollado en tres fases: la virtualización inicial (1970-2010), la masificación de la interacción (2000-2022) y la era del blockchain y la automatización (2009-2050). Esta fase final, iniciada con la crisis financiera de 2008 y la creación de Bitcoin, busca implementar un nuevo sistema económico, virtual y automatizado, cuya tecnología base es la cadena de bloques (blockchain). Sus objetivos complementarios son el cambio de matriz energética y la reducción de la población.
Para lograr estos fines, se ha promovido el aislamiento social como estrategia para inducir el caos y la desorientación. Se han utilizado eventos como la pandemia de COVID-19, conflictos armados en centros energéticos y una guerra arancelaria global.
El nuevo sistema es un modelo financiero, comercial y de interacción humana virtual y automatizado, construido sobre el blockchain. Se caracteriza por:
- Finanzas Descentralizadas (DeFi): Un sistema en el que el dinero se crea de forma electrónica y automatizada, eliminando Bancos Centrales y Casas de la Moneda.
- Contratos Inteligentes: La nueva forma de invertir y definir la propiedad de activos mediante la tokenización, donde la contabilidad y la auditoría se automatizan.
- Metaverso: Una representación del mundo real en internet donde las interacciones sociales y económicas ocurren en un entorno virtual.
- Inteligencia Artificial (IA): El motor que sistematizará la vasta información registrada en el blockchain.
Cada una de estas funciones está ligada a una empresa transnacional, valorada en criptoactivos, perpetuando la misma lógica de dominación del capital financiero, pero acelerada a la velocidad de la luz.
Más Allá del Capital: La Urgencia de Reconstruirnos
La coyuntura actual representa un punto de inflexión histórico: la inminente culminación del viejo orden económico global y el surgimiento de un nuevo paradigma. Este cambio, lejos de ser una evolución natural, es la ejecución de un plan diseñado para sustituir la hegemonía del capital financiero tradicional por un sistema digital y automatizado, manteniendo la esencia de la dominación. La promesa de eficiencia tecnológica oculta un objetivo más profundo: la consolidación del control sobre los recursos y la fuerza de trabajo global a una velocidad sin precedentes.
Sin embargo, en este mismo momento de transición y crisis, se presenta una oportunidad. La disolución de las viejas estructuras abre una ventana para que la humanidad elija un camino diferente, uno que trascienda la dependencia del capital financiero. La contradicción fundamental no reside en la elección entre el viejo y el nuevo sistema económico, sino en la capacidad de construir una sociedad de complementariedad y solidaridad. Este es el verdadero desafío: pasar de ser meros engranajes de un sistema a ser los arquitectos del propio destino, forjando un futuro donde la fraternidad humana sea el principio rector, y no la lógica de la acumulación y el control.
La inercia de la humanidad la conduce a la servidumbre y a la irrelevancia en un mundo que ya no la necesita en los términos que el capital ha definido. El verdadero poder no reside en resistir un sistema, sino en la audacia de crear uno nuevo. No se trata de una utopía inalcanzable, sino de un proyecto de reconstrucción consciente que comienza con la desobediencia al paradigma de la escasez. La complementariedad es la brújula, y la solidaridad es el combustible que permitirá redefinir el progreso, no como acumulación de riqueza, sino como florecimiento de la humanidad. El destino de la especie no está predeterminado; está en manos de quienes decidan forjarlo.